lunes, 22 de septiembre de 2014

LIERES EN EL CAMINO

Este artículo es una copia textual del publicado en la revista de las Fiestas de La Salud de Lieres del año 1.999 y firmado por Máfer de la Llera.

LIERES EN EL CAMINO

En mis continuos viajes visitando casi todas las minas de España en plan de técnico de perforación, me encontré a Lieres en el camino.
Venía enviado por la casa Atlas Copco Española, con sede en Madrid, a efectuar unas demostraciones solicitadas por Solvay & Cie. en Minas de Lieres. Era febrero de 1.962.
Acompañado por el ingeniero D. Manuel Palancar, el capataz jefe D. Raimundo Vázquez y un cronometrador, bajamos a la tercera planta y en el ensanche del transversal Oeste hicimos las pruebas. Debieron ser del agrado de los presentes, ya que al regreso al exterior y en la misma jaula, pozo arriba, el Sr. Palancar me insinuó si me gustaría trabajar en Minas de Lieres. Me cogió tan de sorpresa que en el primer momento no supe qué responderle. No obstante le dije lo que sentía; que sí me gustaría por volver a residir en Asturias, pero sin perder mi categoría de técnico. Y ya en la superficie, camino de la Casa de Aseo, retornó al tema ofreciéndome algo concreto: "Si le interesa, -me dijo- le damos el cargo de vigilante de preparación con categoría de segunda y con opción a la de primera si el desarrollo de su labor es satisfactorio". "Bueno, lo pensaré -le dije-. Como para el próximo mes tendré que volver aquí, según el programa de Atlas Copco, le diré la resolución que haya tomado".
Cansado ya de tanto viajar con "mi" Land Rover, y hastiado también de estar separado de la familia y el deseo de tornar a mi tierra, cuando volví a Lieres en el mes de marzo  y el Sr. Palancar, al saludarme, me preguntó si aceptaba su propuesta, le respondí que sí, pero con algunas condiciones: facilitarnos una vivienda, centro de estudos de Bachiller para mis dos hijos mayores y escuela primaria para los otros dos más pequeños; costearme el desplazamiento de la familia y el traslado de muebles desde Madrid a Lieres, hacer antes un reconocimiento de silicosis en la Comisión Técnica Calificadora de la Minería del Carbón, en Oviedo y esperar un mes aproximado para mi incorporación mientras Atlas Copco encontrase otro demostrador, pues no sería ético dejarlos en el aire. Todo fue concedido excepto el traslado de familia y muebles, que solo me abonarían el 50% del coste. No obstante acepté sin objetar nada. Cuando regresé a Madrid comuniqué al director de Atlas mi decisión, y cumplió el plazo para buscar mi sustituto. Me incorporé en Minas de Lieres a principios de abril de 1.962.
La vivienda en los cuarteles de Solvay era enorme, compuesta de bajo y piso. Abajo la cocina, salón-comedor y cuarto de baño; arriba una sala y dos habitaciones. Todo ello amplio de espacios. Además con la vivienda entraba también un pequeño huerto con chabola a cuatro metros de la casa y otra parcela de cinco metros de ancho por veinte de largo de terreno cultivable, a unos cincuenta metros. Y el carbón, como ya se sabe, lo teníamos gratis por ser una conquista social de tiempos atrás. Lo que se dice "una bicoca".
Cuando yo empecé a prestar mis servicios en Solvay & Cie aún estaba en su apogeo la minería del carbón, y Lieres de aquella, vinculado a la empresa, gozaba de un nivel de bienestar honorable. Existía una cierta idolatría hacia los altos mandos, sobre todo en las visitas anuales que desde Bégica realizaban los Sres. Solvay, en las que se repartían premios de constancia entre los trabajadores y empleados de más antigüedad. Aprovechando ese evento se hacía una fiesta en el Casino, a la que asistían, con entrada libre, los homenajeados y todos los vecinos del pueblo que les agradara. Y el día de la despedida incluso se organizaba una verbena en el parque Solvay que duraba hasta las doce de la noche, con la quema de fuegos artificiales, el último de los cuales resaltaba la S de Solvay en vivos colores.
En el interior del pozo las explotaciones de Minas de Lieres eran, en su estructura, semejantes a las por mí conocidas en la cuenca del Nalón. Y en el trato y disciplina de los mineros exactamente igual. Lo que sí observé es que causaba extrañeza el hecho de que un elemento que venía de fuera, le colocaran directamente de vigilante sin haber pasado por otra categoría inferior. Y estos son los murmullos que encontré el primer día que pasé por una rampa en compañía del capataz jefe Sr. Vázquez: "Oye, ¿quién ye esi que va con Reimundo?". "Ye el nuevu vixilante de preparación". "¿Por quién vendrá recomendau pa enchufalu asina de primeres?". "Del arzobispo p`arriba de seguro". También detecté alguna "pelusilla" en algunos compañeros vigilantes que siempre que tenían ocasión, intentaban dejarme en mal lugar ante los superiores. Pero este fenómeno existe en todas las empresas y sociedades humanas.
A pesar de que Solvay & Cie. tenía reconocidos los títulos de "Empresa ejemplar" y "Empresa modelo", no por ello los salarios y los destajos eran de mayor cuantía que los de Langreo y Mieres.
El único privilegio del que disfrutaban, -aparte de los premios de constancia, era que por navidad obsequiaban a todo el personal con una bolsa cargada de turrones, mazapanes y otros artículos propios de esas fechas , que en aquella época, otras empresas aún no habían asimilado. Aunque, en años posteriores, fue disminuyendo,poco a poco, el contenido de la preciada "bolsa navideña", hasta quedar reducida a la mínima expresión. Y, últimamente, me enteré que había sido suprimida. Lo que sí resultaba un verdadero privilegio, el más estimado de todos, era, como dije antes, la vivienda con luz  agua y los terrenos de cultivo, por la módica renta de cien pesetas. Al principio de llegar, todavía pagamos varios meses con la antigüa renta de treinta pesetas mensuales.
En la huerta pasaba yo bastantes horas muy distraído. Y también mi hijo mayor, Rubén, que le tomó afición a la siembra y lo hacía con alarde artístico, resaltando en relieve los riegos de las patatas, de cebollas e incluso hasta alcachofas. Y en el pequeño huerto cercano a la casa plantábamos lechuga, arbejos, fréjoles, tomates, etc. En el último periodo en Lieres, estando yo ya destinado en el exterior al declararme la C.T.C. silicótico de primer grado con enfermedad intercurrente, y que ya mi esposa e hijos residían en nuestro piso de Gijón, pasé my buenos ratos con Enrique Corujo Barbes "picón". En las tardes de verano, cuando el sol ya declinaba, entre los dos regábamos los huertos de ambos, empalmando una larga manguera al grifo de mi casa, ya que al estar solo no había crios que nos estorbasen, como en casa Enrique que tenía cinco "diablillos" que eran muy difíciles de disciplinar. Luego, al oscurecer, terminado el riego, nos sentábamos un poco en la pación del borde a descansar y contar cuentos, hasta que Hilda, la esposa de Enrique, nos llamaba para ir a cenar juntos en su casa. Naturalmente, yo de invitado. Son recuerdos que no se borrarán de mi memoria.
Muchas cosas más podría escribir de mi estancia en Lieres, pero eso ocuparía demasiado espacio de este portfolio que redundaría en detrimento de otros que también tienen derecho a esplayarse a su gusto en estas páginas. Que los lierenses y los visitantes tengais unas felices fiestas de Ntra. Sra. de La Salud, fiesta que yo disfruté algunos años, y que también  propagué en la prensa regional dedicando hasta cuatro páginas especiales en "La voz de Asturias" en mi etapa de corresponsal informativo en Lieres.

Manfer de la Llera
Gijón, junio de 1999

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