miércoles, 5 de agosto de 2015

OFRENDA FLORAL 2015




Ofrenda floral a los mineros fallecidos en La Mina de Lieres (agosto de 2015)
Lectura realizada por Ismael Martínez García

¡Hola!
Buenas tardes vecinos. Gracias, Javier, por acordarte de mí para celebrar este acto festivo-cultural.
Y gracias a vosotros, por vuestra presencia.
Os veo bien vestidos, bien arreglados. Yo también vengo así.
A lo largo de nuestras vidas realizamos muchas, muchas cosas, pero no las recordamos todas. Somos incapaces de acordarnos de todo aquello que hemos vivido. ¡Es imposible! Nuestro cerebro no tiene espacio para tanto.
Cuando de niño iba a la escuela, nos decía D. Manuel “el maestro”, con aquel porte serio que le caracterizaba: “El saber no ocupa lugar”. A los pocos días de haber escuchado esa máxima, hice mi primera comunión en la iglesia parroquial de Lieres. Aún guardo en mis retinas la imagen de D. José, “el señor cura”, oficiando la liturgia. Yo me fijaba en el misal que había sobre el altar y pensaba para mis adentros: Jo, por eso D. José tiene la cabeza tan grande, porque lleva dentro esos tochos de libros.
Pero enteros no le debían de caber, D. José no lo recitaba todo de memoria; algunas cosas las decía con los ojos cerrados mirando al cielo en actitud mística, pero de vez en cuando los abría y leía otras partes del culto en el misal.
Por eso os digo que D. Manuel no tenía razón. El saber, sí ocupa lugar.
Y, hablando de recuerdos: ¿Qué es lo que recordamos?
Mirar, recordamos con más facilidad todo lo que sea distinto, lo que despierte en nosotros emociones, sean estas buenas o malas. Y lo recordamos porque las emociones generan en nosotros un ligero estrés que hace que se segreguen en nuestro organismo adrenalina y cortisol.
La adrenalina y el cortisol son dos hormonas que rápidamente viajan por la sangre hasta el cerebro y lo estimulan para que recuerde los acontecimientos que estamos viviendo y que resultan de especial interés para nosotros.
Las emociones le dicen al cerebro: guárdame a mí, recuérdame a mí. Por eso yo recuerdo lo que hice el día de mi primera comunión, y, sin embargo, no recuerdo lo que hice los días postreros.
El saber ocupa lugar, por lo tanto vamos a seleccionar aquello que más nos interese recordar, aquellas vivencias que sean distintas, únicas, irrepetibles, y desecharemos las vulgares, las que tengan poco o ningún interés o valor.
Todos vosotros tendréis fotos en casa, pues yo casi seguro que sé algunas de las fotos que tendréis, sin haberlas visto: unas serán de la primera comunión; otras del día de la boda, aquellos que os halláis casado; también las habrá de la escuela, de las fiestas del pueblo y del servicio militar. Eso sí, en las fotos estaréis siempre bien vestidos, como lo estáis ahora.
De niño pensaba que mis antepasados habrían sido personas importantes de la nobleza o de la burguesía asturiana.
Cuando iba a casa de los abuelos me gustaba perderme por las salas y pasillos y contemplar los retratos de aquellos personajes, que te miraban serios; antes, en los retratos la gente se perpetuaba seria.
Ahora  es distinto, el fotógrafo te dice: sonríe, y  tú fuerzas una falsa mueca que pretende ser una sonrisa: son otros tiempos.
Aquellas pobladas barbas y estilizados bigotes que les hacían parecer personajes importantes; los elegantes vestidos y las caras de porcelana de las mujeres; los fondos de salones que simulaban palacios exóticos o casas solariegas.
Allí pasaba yo horas intentando imaginarme sus interesantes y placenteras vidas, acorde a lo que mis ojos veían en los retratos.
Sin embargo, fotos del día a día, de lo cotidiano, en casa de los abuelos no las había. Seguro que vosotros tampoco las tendréis. ¡Hombre!, puede que tengáis alguna, pero no era lo habitual.
Pues eso mismo hace el cerebro, guarda cosas llamativas, distintas. Y este acto que ahora celebramos, es una de esas cosas distintas que seguro recordareis pasados muchos años.
Todos los que tuvimos la suerte y me atrevo a decir suerte con "letras mayúsculas", de haber vivido en el poblado Solvay de Lieres entre los años 50 y 70 del pasado siglo, que fueron los años de verdadero esplendor del mismo, guardamos buenos recuerdos. Recordamos con cariño y gratitud el haber tenido acceso a muchas cosas a nivel de cultura, educación, sanidad y ocio, que no tuvieron nuestros vecinos de los pueblos colindantes, que nos miraban con recelo y cierta envidia.
Ahora voy a centrarme en algunas anécdotas de la infancia de aquellos años:
En los cuarteles por aquel entonces y a diferencia de lo que sucede hoy, había muchos niños, sin embargo no existían parques ni polideportivos, ni otro tipo de espacios propios para la infancia y la juventud, como pueda haber hoy en la mayor parte de los pueblos. Por aquellos años, tampoco teníamos ordenadores personales, consolas o tics.
Bueno, tics probablemente habría alguno, pero de los nerviosos, esos gestos involuntarios y repetitivos que te tuercen la cara a modo de mohín desagradable; no lo que hoy entendemos por tics, las tecnologías de la información y las comunicaciones: vamos, los teléfonos móviles de última generación.
Nuestro espacio por entonces, era la calle, y salir a la calle era como ir a la guerra, el enemigo campaba por todas partes. Si jugabas a la pelota delante de las casas de la barriada ponías en riesgo: por el norte, los cristales de las puertas y ventanas; por el sur, los frutos de las huertas próximas a los gallineros. Siempre molestabas a alguien.
Un lugar al que nos gustaba mucho ir a jugar era el jardín que hay al oeste de los cuarteles, al lado de las escaleras que bajan desde las casas de los empleados hasta lo que antes era Casa Madrid, o el garage de Julio Villanueva (el Pirata). Por aquel entonces dicho jardín estaba muy bien cuidado y en él había árboles y arbustos de distintas especies. Era el lugar ideal para jugar al alto, especie de guerra entre dos bandos en la que se eliminaba al contrincante cuando lograbas localizarlo visualmente y pronunciabas en voz alta el nombre y el lugar exacto en el que se encontraba: alto Rufi, detrás del pino… y contrincante eliminado, aún a sabiendas de que tras el disparo verbal orientabas al enemigo acerca de tu situación. Pero las guerras son así. En nuestros juegos teníamos que extremar la precaución, al igual hace una gacela que pasta en la sabana y sabe que en cualquier momento puede aparecer el depredador con la intención de devorarla.
Nuestro depredador era Emilio el barrendero, para nosotros "Milio el Tortu”. Cuando era conocedor de nuestra presencia allí, se acercaba de forma sigilosa para no ser visto, y si presentía próxima y distraída a la presa, saltaba al campo de batalla con la escoba y arremetía a golpes contra todo lo que pillase. Los más afortunados huían en desbandada para salvar el pellejo. Y nada de decirlo en casa, no sea que nos azotasen por partida doble. Imperaba entre nosotros "la omertá", la ley del silencio, como la mafia siciliana.
Otro lugar que nos encantaba también para jugar al alto, al escondite, o para hacer carreras de bicicletas, eran los alrededores de la capilla de la Virgen de la Salud, también por aquel entonces exquisitamente cuidado y celosamente vigilado.
Allí el depredador era Adolfo, “el Sacristán”, que para más inri vivía al lado de arriba de la capilla, y como los niños somos de todo menos mudos, no tardaba mucho tiempo en detectar nuestra presencia.
Otros días, hartos de persecuciones y ante la falta de toboganes y espacios adecuados para la infancia, utilizábamos el paredón que hay al lado derecho de las escaleras que suben desde los Cuarteles de Abajo hasta los Cuarteles de Arriba.
Nuestra desgracia era que por aquel entonces aún no se habían inventado los materiales deslizantes de tipo plástico, y el cemento áspero del paredón era extremamente agresivo con la tela de los pantalones y los calzoncillos. Incluso, en ocasiones también la piel fina y blanca de las nalgas de los niños resultaba erosionada.
Allí nadie nos prohibía estar, pero el enemigo lo teníamos en casa cuando al llegar la noche regresábamos al domicilio y nuestras madres se percataban del desgaste sufrido en la parte posterior de nuestras prendas de vestir.
En otras ocasiones nos dirigíamos a la plaza de la madera, a la que llamábamos “La Era”. Jugar entre tal laberinto de troncos, escalar y saltar entre ellos era un verdadero placer para aquellos "pilluelos" que molestaban en todas partes, pero que no podían estar quietos.
El encargado de la vigilancia era el guarda jurado de la empresa, pero no solía estar tan alerta como Milio “El Tortu” o Adolfo “El Sacristán”.
Y todo esto en la calle, que era nuestro medio natural. Lo peor estaba dentro de los recintos escolares (las escuelas de Solvay, la Academia, y en algunos domicilios que se utilizaban a modo de centros de clases particulares). Allí la tensión era extrema, constante. Existía una relación inversa entre el nivel de inteligencia y el grado de castigo. Los menos aplicados eran los más apaleados. Por aquel entonces el criterio pedagógico por excelencia rezaba: "la letra con sangre entra".
Cada maestrillo tenía su librillo: uno utilizaba el método del moscón, bofetada en la oreja con la palma de la mano hueca, que te dejaba el tímpano trémulo durante varias horas o incluso días; otro te azotaba con una vara de avellano en las manos, bien con la palma abierta o en la punta de los dedos agrupados en piña.
D. Luis “el cura”, era amante del capón, golpe seco con el nudillo del dedo corazón sobre los huesos parietales de la cabeza. También recuerdo el palo ágil en la estrecha aula en las clases particulares de Alfredo el capataz, palo que en ocasiones impactaba sobre cabeza ajena a la elegida como destino si el destinatario andaba espabilado y lograba esquivar la trayectoria del arma.
Y por último, y para no extenderme más, quiero comentaros algo que sucedió solo una vez, pero me quedó grabado en la memoria como el hierro candente lo hace en la piel del novillo; por eso lo que os decía al principio de que si los acontecimientos vividos van acompañados de cierto grado de emoción o estrés se recuerdan más fácilmente.
Sucedió una tarde de primavera en la Academia de Solvay; un grupo de cinco alumnos estábamos sentados en el primer banco de la clase de religión que impartía D. José, el cual permanecía de pie justo delante de nosotros. Los alumnos, de entre 11 a 12 años, no parábamos de charlar y de reírnos. D. José nos había advertido varias veces, sin éxito,  para que nos callásemos.
Cuando los acontecimientos superaron su infinita paciencia, en un gesto de repentino vigor, da un salto hacia atrás para abarcar con su mirada el campo de actuación; despliega los brazos lateralmente como un águila imperial antes de emprender el vuelo; luego carga el peso de su cuerpo sobre la pierna derecha y con su inmensa mano, que más bien parecía la pala de un minero que la mano de un sacerdote, y en un gesto de inusitada violencia, realiza un movimiento de barrido a la altura de nuestras cabezas, comenzando en el extremo izquierdo del banco y terminando en el derecho.
En menos de 1 segundo, en un visto y no visto, estábamos los cinco alumnos amontonados en el pasillo de la clase. No hubo más risas ni murmullos y D. José pudo seguir impartiendo la docencia con normalidad.
Y así, en estos derroteros transcurrió nuestra infancia feliz.
En aquellos años y con estos métodos surgió en Lieres una generación prodigiosa, probablemente irrepetible, con unos índices de éxito escolar quizá poco frecuentes, incluso a nivel europeo o mundial.
Pero, ¿qué pasaría si alguien mencionase hoy la posibilidad de intentarlo de nuevo con los mismos métodos?

Gracias.




Lectura de la poesía “Mina la Fraternidad” 

Voy a leeros una de mis poesías. Como Lieres fue durante más de un siglo un pueblo minero, la poesía que ahora voy a recitar  está dedicada a los mineros. Sobre los mineros cuando trabajan cuelga siempre una guadaña encima de la cabeza. En la Mina de Lieres, por desgracia, murieron bastantes personas en accidente, una cifra que aún hoy es desconocida para nosotros, así como los nombres de muchos de aquellos que aquí dejaron sus vidas.
Se la dedico a todos los que en esta mina se cruzaron con la muerte, pero de modo especial a mi abuelo Gumersindo que falleció, aquí, el día 14 de febrero de 1946.
Por aquel entonces, recién terminada la Guerra Civil Española, España era un país sumido en la miseria, no disponíamos de los medios de los que disponemos hoy; quizá nos resulte  difícil trasladarnos a aquella situación coyuntural.
Mi abuelo era minero de exterior, albañil, y estaba muy orgulloso de haber participado en la construcción, entre  otras cosas, de la Capilla de la Virgen de la Salud.
El día 14 de febrero de 1946, sobre las tres de la tarde, mientras realizaba algún tipo de trabajo de albañilería al lado de un rotor, este aspiró la parte posterior de la chaqueta y le arrastró hacia las hélices del mismo. En un gesto de autodefensa intentó soltarse con el brazo derecho pero la máquina lo engulló y le ocasionó graves lesiones. Una vez liberado y aún consciente, rápidamente es trasladado al Hospitalillo de Solvay, en donde el médico, D. Vicente,  pronto se dio cuenta de que la suerte estaba echada, y ante tales lesiones nada se podía hacer, por aquel entonces, para salvarle la vida.
Enviaron el coche de Solvay a su casa para comunicárselo a la mujer, Liberata y llevarla junto a su marido moribundo, para que pudiera acompañarlo en los últimos minutos de vida.


Mina La Fraternidad

Minero que estás durmiendo,
durmiendo en un sueño negro.

Minero que tú no sabes,
aún no sabes la noticia.
Minero que no conoces,
no conoces el suceso,
que hoy es primicia.

¡Minero, minero, arriba!
Arriba que ella te llama.

¡Minero, minero, pronto!
Pronto, que te reclama.

¡Minero, minero, corre!
corre, te necesita.

Llama a tus compañeros,
llámalos ya, deprisa;
que se ha oído un gran estruendo
en la boca de la mina;
que han visto temblar el suelo
y que huele a dinamita.

Y todo ello ha pasado
en esta maldita noche,
en esta noche maldita,
en esta que aquí se cita.

Había cinco, cinco personas,
cinco en la galería,
tres hombres y dos mujeres,
todos padres de familia.

Y solo ha salido uno;
solo uno salió con vida;
llegó hasta la bocamina
para darnos la noticia.

La cara, negra de polvo,
de polvo de carbón negro,
los pulmones asfixiados
casi que no respiran;
no entra el oxígeno en ellos,
no entra siquiera la vida.

Minero, minero corre,
que hubo muertos en la mina.

Esta poesía se la dedico a mi abuelo Gumersindo Martínez Presa,
fallecido en la mina de Solvay Lieres (antigua mina La
Fraternidad) el día 14 de febrero de 1946.
Ismael martínez garcía. Poeta
13 de abril de 2014





lunes, 29 de septiembre de 2014

EL VALOR EXCEPCIONAL DE SOLVAY COMO PAISAJE Y COMO PATRIMONIO CULTURAL DE ASTURIAS

Este artículo es copia del publicado en el libro titulado: SOLVAY-LIERES. Conjunto industrial minero 1903-2003 y firmado por Aladino Fernández García, profesor de la Universidad de Oviedo.

"Solvay es una mina". Así titulaba un periódico regional su crónica sobre la conferencia que una asociación de Lieres me había pedido dentro de los actos conmemorativos del centenario de la empresa minera Solvay allí asentada. La mina es solamente un fantático yacimiento arqueológico-industrial con muchas posibilidades de reutilización. Pero Lieres posee el mejor recurso posible para la recuperación de su significado tradicional: un vecindario entre el que se encuentra la asociación aludida, la cual ha venido defendiendo su futuro y el del pueblo con la palabra de nuevo como arma. Ha sabido combinar con tenacidad los conceptos de "patrimonio industrial" y " calidad de vida" para triunfar sobre los planteamientos de la Administración y de la empresa estatal HUNOSA propietaria actual de las instalaciones.
En efecto, este admiable grupo de vecinos, dinamizador del peblo con multitud de actividades socioculturales, es consciente del significado nada común de las viejas instalaciones mineras, sabe de su valos histórico, cultural y social una vez paralizada la vieja mina de carbón. Y no qiere que lo destruyan para dar cabida a una supuesta fábrica reempazante, contradictoria a su entender con un modelo de desarrollo sostenible. Estos vecinos tienen la certeza de que una fábrica de gran tamaño para producir o transformar aluminio no solamente se llevaría por delante la mayoría de los edificios antigüos de la mina, una riqueza heredada que consideran con razón propia, sino que también anularía bienes irrenunciables de su entorno vital con mera de su bienestar individual y social.
Así que, con esta claridad intelecual, se opusieron desde el principio a una actividad que, lejos de los argumentos sindicales, empresariales, y políticos les ivan a priva de las condiciones de vida alcanzadas con esfuerzo durante la mayor parte del siglo XX. La aluminera, como la llaman, sería una actividad peligrosa, que, por un lado destruiría los elementos más singulares del paisaje de Lieres y su patrimonio histórico y, por el otro, reduciría cuantiosamente el interés medioambiental del valle y, con ello, sus posibilidades de desarrollo residencial, dada la proximidad de las mayores ciudades de la región  y el avance de las comunicaciones que aquí tiene uno de los nudos más importantes de Asturias.
La fábrica, que ocuparía un lugar angosto y de difícil articulación al nudo mencionado, generaría un movimiento de tráficos insoportable para el camino vecinal actual. La mina cuando estaba en activo, evacuaba la producción por una línea ferroviaria y no molesta. A este problema se sumaría la contaminación por ruídos y polvo.
Es absolutamente falso, y en cualquier caso constituíría un grave inconveniente, que la industria (grandes fábricas o políonos industriales), fije población o la atraiga a su entorno inmediato. Esa fue la lógica espaciald de la revolución industrial en el siglo XIX. En tiempos de la tercera revolución técnica de la humanidad, cuando la principal actividad por empleo y valor de la producción es la terciaria, la industria se aleja de las áreas residenciales, tanto porque la población exige cada vez más calidad de vida, como porque las autopista, la informática y la práctica del urbanismo y de la ordenación del territorio ("zonificación" o separación de usos que se consideran incompatibles sobre un mismo territorio) permiten localizaciones cada vez más adecuadas fuera de los núcleos de población.
Por tanto, las pretensiones de incrustar industria en las áreas residenciales en retroceso, como las cuencas mineras, para evitar su descomposición es una práctica desfasada y contraproducente. ¿Pero  cómo se puede pensar que los trabajadores de un polígono industrial vivan en su entorno inmediato, cuando en realidad tales instalaciones son el resultado del alejamiento de las actividades  más molestas de las urbes?
Lieres no necesita de una gran fábrica metida a calzador en el ajustado espacio de la mina, ganado en el estrecho valle por rellenos con estériles de carbón, porque sería incompatible con lapoblación actual y futura, porque rompería su equilibrado paisaje tradicional modelado por la minería, porque despreciaría elvalor acumulado en casas, solares y fincas, y porque destruiría uno de los conjuntos históricos más admiables de la industrialización asturiana.
Si realmente se quiere reanimar a Lieres, que no se arruine su potencial residencial ahora que como pueblo está tan bien servido por la red de las principales comunicaciones, que no se deterioe su paisaje rural-minero ni su rico patrimonio industrial y social (viviendas, equioamientos e infraestructuras) resultantes de una acción empresarial cargada en su tiempo de paternalismo. Y para los edificios inutilizados de la antigua empresa, que se proponga un plan de reutilización para pequeños talleres y empresas que bien pudieran estar relacionados con los ramos de la producción agropecuaria tradicional de la zona y la formación en profesiones afines.
Estos planteamientos, en consonancia con las posibilidades y exigencias del mundo actual, son los propios de este grupo de vecinos, extraordinariamente dinámico, al que me vengo refiriendo y que es el responsable de haber desenmascarado a aquellas fuerzas especuladoras que, en nombre de falsos intereses geneales, dividieron al pueblo con la demagogia de crear másd e uj centenar de puestos de trabajo. Esas nuevas fábricas, tan necesarias como peligrosas, requieren emplazamientos especiales alejados de las áreas residenciales. Su ubicación probablemente defintiva en la Cuenca del Nalón repercutirá negativamente en la función residencial de Langreo: los escasos atractivos de Ciaño (un lugar en el que todavía sigue lloviendo carbón y suciedad) continuarán aminorándose, perderá más población y aumentará el número de viviendas vacías.
Ese grupo de vecinos de Lieres abe que "Slvay sigue siendo ua mina". Ellos han luchado y lo siguen haciendo, para poner en valor y para que se respete, tanto la vieja mina, o lo que es lo mismo, el valiosísimo entramado de edificios para la producción (desde los castilletes y las casas de máquinas, que son los elementos más notables, a los que habitalmente se consideran  marginales: el lavadero o las cuadras cuando una parte de la tracción se hacía a sangre); como el poblado, con sus diferentes partes que le dan variedad, riqueza y singularidad patrimonial: desde las casas de los obreros a las de ingenieros, pasando po el economato, el casino y la iglesia...
Mina y poblado componen probablemete el conjunto histórico de la indusriazación asturiana mejor conservado hasta el momento, incluyendo maquinaria, equipamientos sociales e infraestructuras (como el ramal ferroviario de conexión de la mina a la estación de reanes, desde la que se enviaba hulla por el ferrocarril  de Económicos de Astirias hasta lafábrica de Solvay en Torrelavega). Su mantenimiento mediante la ansiada declaración de conjunto histórico, lo cual es perfectamente posible si se aplica la Ley de Patrimonio Culturalde Asturias, debiera de merecer una mayor aención por parte del Gobierno regional. En este empeño continuará de manera entusiasta la Unión Vecinal de Lieres-Solvay, como lo atestigua este libro, que es fruto de su tesón  y esfuerzo. Un libro qe, con la solvencia delos investigadores que lo firman, influirá positivamente en el futurod de Lieres y de otos conjuntos históricos de la revolución industrial asturiana.

lunes, 22 de septiembre de 2014

LIERES EN EL CAMINO

Este artículo es una copia textual del publicado en la revista de las Fiestas de La Salud de Lieres del año 1.999 y firmado por Máfer de la Llera.

LIERES EN EL CAMINO

En mis continuos viajes visitando casi todas las minas de España en plan de técnico de perforación, me encontré a Lieres en el camino.
Venía enviado por la casa Atlas Copco Española, con sede en Madrid, a efectuar unas demostraciones solicitadas por Solvay & Cie. en Minas de Lieres. Era febrero de 1.962.
Acompañado por el ingeniero D. Manuel Palancar, el capataz jefe D. Raimundo Vázquez y un cronometrador, bajamos a la tercera planta y en el ensanche del transversal Oeste hicimos las pruebas. Debieron ser del agrado de los presentes, ya que al regreso al exterior y en la misma jaula, pozo arriba, el Sr. Palancar me insinuó si me gustaría trabajar en Minas de Lieres. Me cogió tan de sorpresa que en el primer momento no supe qué responderle. No obstante le dije lo que sentía; que sí me gustaría por volver a residir en Asturias, pero sin perder mi categoría de técnico. Y ya en la superficie, camino de la Casa de Aseo, retornó al tema ofreciéndome algo concreto: "Si le interesa, -me dijo- le damos el cargo de vigilante de preparación con categoría de segunda y con opción a la de primera si el desarrollo de su labor es satisfactorio". "Bueno, lo pensaré -le dije-. Como para el próximo mes tendré que volver aquí, según el programa de Atlas Copco, le diré la resolución que haya tomado".
Cansado ya de tanto viajar con "mi" Land Rover, y hastiado también de estar separado de la familia y el deseo de tornar a mi tierra, cuando volví a Lieres en el mes de marzo  y el Sr. Palancar, al saludarme, me preguntó si aceptaba su propuesta, le respondí que sí, pero con algunas condiciones: facilitarnos una vivienda, centro de estudos de Bachiller para mis dos hijos mayores y escuela primaria para los otros dos más pequeños; costearme el desplazamiento de la familia y el traslado de muebles desde Madrid a Lieres, hacer antes un reconocimiento de silicosis en la Comisión Técnica Calificadora de la Minería del Carbón, en Oviedo y esperar un mes aproximado para mi incorporación mientras Atlas Copco encontrase otro demostrador, pues no sería ético dejarlos en el aire. Todo fue concedido excepto el traslado de familia y muebles, que solo me abonarían el 50% del coste. No obstante acepté sin objetar nada. Cuando regresé a Madrid comuniqué al director de Atlas mi decisión, y cumplió el plazo para buscar mi sustituto. Me incorporé en Minas de Lieres a principios de abril de 1.962.
La vivienda en los cuarteles de Solvay era enorme, compuesta de bajo y piso. Abajo la cocina, salón-comedor y cuarto de baño; arriba una sala y dos habitaciones. Todo ello amplio de espacios. Además con la vivienda entraba también un pequeño huerto con chabola a cuatro metros de la casa y otra parcela de cinco metros de ancho por veinte de largo de terreno cultivable, a unos cincuenta metros. Y el carbón, como ya se sabe, lo teníamos gratis por ser una conquista social de tiempos atrás. Lo que se dice "una bicoca".
Cuando yo empecé a prestar mis servicios en Solvay & Cie aún estaba en su apogeo la minería del carbón, y Lieres de aquella, vinculado a la empresa, gozaba de un nivel de bienestar honorable. Existía una cierta idolatría hacia los altos mandos, sobre todo en las visitas anuales que desde Bégica realizaban los Sres. Solvay, en las que se repartían premios de constancia entre los trabajadores y empleados de más antigüedad. Aprovechando ese evento se hacía una fiesta en el Casino, a la que asistían, con entrada libre, los homenajeados y todos los vecinos del pueblo que les agradara. Y el día de la despedida incluso se organizaba una verbena en el parque Solvay que duraba hasta las doce de la noche, con la quema de fuegos artificiales, el último de los cuales resaltaba la S de Solvay en vivos colores.
En el interior del pozo las explotaciones de Minas de Lieres eran, en su estructura, semejantes a las por mí conocidas en la cuenca del Nalón. Y en el trato y disciplina de los mineros exactamente igual. Lo que sí observé es que causaba extrañeza el hecho de que un elemento que venía de fuera, le colocaran directamente de vigilante sin haber pasado por otra categoría inferior. Y estos son los murmullos que encontré el primer día que pasé por una rampa en compañía del capataz jefe Sr. Vázquez: "Oye, ¿quién ye esi que va con Reimundo?". "Ye el nuevu vixilante de preparación". "¿Por quién vendrá recomendau pa enchufalu asina de primeres?". "Del arzobispo p`arriba de seguro". También detecté alguna "pelusilla" en algunos compañeros vigilantes que siempre que tenían ocasión, intentaban dejarme en mal lugar ante los superiores. Pero este fenómeno existe en todas las empresas y sociedades humanas.
A pesar de que Solvay & Cie. tenía reconocidos los títulos de "Empresa ejemplar" y "Empresa modelo", no por ello los salarios y los destajos eran de mayor cuantía que los de Langreo y Mieres.
El único privilegio del que disfrutaban, -aparte de los premios de constancia, era que por navidad obsequiaban a todo el personal con una bolsa cargada de turrones, mazapanes y otros artículos propios de esas fechas , que en aquella época, otras empresas aún no habían asimilado. Aunque, en años posteriores, fue disminuyendo,poco a poco, el contenido de la preciada "bolsa navideña", hasta quedar reducida a la mínima expresión. Y, últimamente, me enteré que había sido suprimida. Lo que sí resultaba un verdadero privilegio, el más estimado de todos, era, como dije antes, la vivienda con luz  agua y los terrenos de cultivo, por la módica renta de cien pesetas. Al principio de llegar, todavía pagamos varios meses con la antigüa renta de treinta pesetas mensuales.
En la huerta pasaba yo bastantes horas muy distraído. Y también mi hijo mayor, Rubén, que le tomó afición a la siembra y lo hacía con alarde artístico, resaltando en relieve los riegos de las patatas, de cebollas e incluso hasta alcachofas. Y en el pequeño huerto cercano a la casa plantábamos lechuga, arbejos, fréjoles, tomates, etc. En el último periodo en Lieres, estando yo ya destinado en el exterior al declararme la C.T.C. silicótico de primer grado con enfermedad intercurrente, y que ya mi esposa e hijos residían en nuestro piso de Gijón, pasé my buenos ratos con Enrique Corujo Barbes "picón". En las tardes de verano, cuando el sol ya declinaba, entre los dos regábamos los huertos de ambos, empalmando una larga manguera al grifo de mi casa, ya que al estar solo no había crios que nos estorbasen, como en casa Enrique que tenía cinco "diablillos" que eran muy difíciles de disciplinar. Luego, al oscurecer, terminado el riego, nos sentábamos un poco en la pación del borde a descansar y contar cuentos, hasta que Hilda, la esposa de Enrique, nos llamaba para ir a cenar juntos en su casa. Naturalmente, yo de invitado. Son recuerdos que no se borrarán de mi memoria.
Muchas cosas más podría escribir de mi estancia en Lieres, pero eso ocuparía demasiado espacio de este portfolio que redundaría en detrimento de otros que también tienen derecho a esplayarse a su gusto en estas páginas. Que los lierenses y los visitantes tengais unas felices fiestas de Ntra. Sra. de La Salud, fiesta que yo disfruté algunos años, y que también  propagué en la prensa regional dedicando hasta cuatro páginas especiales en "La voz de Asturias" en mi etapa de corresponsal informativo en Lieres.

Manfer de la Llera
Gijón, junio de 1999

LOS MEJORES AÑOS DEL CINE SOLVAY

Este artículo ha sido publicado en la revista editada con motivo de las Fiestas de La Salud de 1.999 y firmado por Enrique Rodríguez Cabo.

LOS MEJORES AÑOS DEL CINE SOLVAY
Uno de los cambios más significativos que se observaron en la sociedad durante las últimas décadas, fue la evolución del cine en los canales de exhibición y en el retroceso de la influencia que antes tenía en las gentes.
La zona de Lieres no fue una excepción en cuanto al declive que sufrió el cine en España, y, después de un tiempo de prolongada languidez, el Cine Solvay cerró sus puertas igual que lo hicieron otras salas en otras villas.
Pero antes de la triste desaparición de la actividad del Cine Solvay, este mismo local conoció un época espléndida, especialmente después  de su traslado de Los Cuarteles a su ubicación definitiva en la Pedrera. Fueron los años cincuenta y sesenta cuando los domingos constituían una cita obligada en torno al cine para aprovisionarse de la entrada correspondiente para la proyección. Eran tiempos en los que había menos opción para el esparcimiento y el ocio.
Tras el cierre del baile de Silvino y sin los medios de transporte que conocemos hoy para elegir puntos de encuentro en otros lugares con diferentes juventudes, el entorno del casino es el que concentraba a personas de todas las edades a la espera de asistir a cualquiera de las tres sesiones dominicales.
El auge de la televisión aún no había llegado, los juegos de azaar no tenían autorización y la posesión del coche particular estaba lejos todavía. Solo existía el fútbol como algo que suscitaba la atención por el espectáculo. Pero los partidos no restaban público al cine ya que se podía contabilizar una y otra función. Por ejemplo, el ingenioso y recordado Goyo, estaba presente en el Omeo aplaudiendo enfervorizado los hábiles goles de Ceferino, para a continuación cumplir su labor de orientación y acomodo en el cine.
Excepto en el verano, habitualmente las funciones de los domingos siempre estaban a rebosar. Y en  casos cuando la película llegaba precedida de fama popular, los regidores del cine tenían que habilitar sillas en los pasillos paea absorver la demanda d entradas. Títulos como ""Sissi", "Vacaciones en Roma", "Jandro", o cualquiera de los interpretados por Carmen Sevilla y Sara Montiel, levantaban los más encendidos entusiasmos, y, más de una vez se celebraron sesiones los lunes para responder a las peticiones de los espectadores.
No faltaba puntualmente el autocar procedente de Sariego, con gentes que incrementaban la afluencia a la función de las siete de la tarde. Por lo tanto, el Cine Solvay no solo desarrolló una encomable labor social en las proximidades de Lieres, sino que ejerció más allá de sus límites un servicio de diversión e incluso sentimental.
La tímida aparición de la televisión se fue imponiendo poco a poco y, los antiguos espectadores de cine dejaron de acudir a su cita dominical, para permanecer en sus casas al lado del televisor, por la comodidad que suponía tener toda una serie de programas a su alcance, sin la necesidad de efectuar  desplazamientos  a veces a las inclemencias de la lluvia y el frío. Ahí radicó el ocaso del cine en todas aquellas medianas villas y localidades. La televisión con su poder de convocatoria y los medios a su alcance para llevar el punto de novedad aunque fueran imágenes en blanco y negro, terminó con la época dorada del cine en Nava, Sariego, Pola de Siero y, sobre todo, en Lieres.
Hoy en día, el cine sigue gozando de muy buena salud, aunque, paradójicamente existan menos salas de proyección. Son otras formas de difusión las que imponen los nuevos tiempos. Además de los cines de estreno en las principales cuidades, existe una importante programación de películas en las diferentes cadenas de televisión, y, quedan los videoclubs con la oferta de novedades del mercado. Sin embargo ver cine en televisión no alcanza la magia del local oscuro y el interés dirigido por lo que estás viendo.
Recordar el Cine Solvay es un ejercício de memoria sentimental para los que vivieron aquellos años en los que había películas con más o menos calidad que las de ahora. Lo que tienen esos títulos vistos a la altura se estos momentos, es que se rememoran como si el tiempo se hubiera detenido en aquel periodo y, se ven con la nostalgia siempre favorable, aunque no sean tan agradables las vivencias de aquellas fechas.
Pero es cierto que el Cine Solvay proporcionó distracción, apasionamiento y motivo de compañía a personas de todas las edades, cuando no abundaban ocasiones para la diversión. Por todo ello siempre le recordamos con un gran afecto.

Enrique Rodríguez Cabo.

LA ACADEMIA DE LIERES

Copiado textualmente del artículo publicado en la revista de las Fiestas de La Salud del año 1.999 y firmado por Javier Villanueva.

LA ACADEMIA DE LIERES

A finales de los años 50 llegó a Lieres como Capellán, el sacerdote D. JULIO ELADIO MARTÍN JIMÉNEZ. Hasta ese año de su llegada, 1.957, se podían contar con los dedos de una mano, los hijos de obreros de Lieres, y de los peblos limítrofes que estuvieran estudiando. No me refiero a esudios primarios. Estudiar bachillerato, suponía desplazarte a Oviedo, o a Pola, o ir interno a un colegio. En cuanto D. Julio se dio cuenta de la situación, creó la ACADEMIA, y ya ese primer año ocupábamos las aulas unos ochenta alumnos, entre chicos y chicas. Yo recuerdo que la inmensa mayoría éramos todos hijos de obreros de SOLVAY.
El cuadro de profesores lo formaban licenciados que venían de Oviedo, (doña LUCÍA, doña ELENA, don ANSELMO...) y profesores que trabajaban en las oficinas de la mina,( D. ISIDRO FAL, D. AURELIO TRABANCO, D. LUIS CABAL, que había venido como maestro y que yo recuerdo perfectamente su hermosa definición del VERBO). D. LUIS VALLINA. El propio D. JULIO... Doña CARMINA ALBALATE, que vigolaba aquellas tardes, que a los que éramos malos estudiantes, se nos hacían eternas, y con aquellas ganas tan enormes que teníamos de jugar al balón...Para mchos de nosotros, la llegada de D. JULIO en aquel año, en aquella época, y en aquel momento fue providencial.
Para muchos de nosotros quizás el futuro que nos esperaba era seguir la tradición familiar, entrar a trabajar en la mina. Eran tiempos difíciles para los hijos de los obreros. Como dato para los jóvenes de Lieres, quiero que sepan, que cuando yo me matruculé enla Universidad, después de haber hecho Magisterio, el número de hijos de obreros matriculados, era de un uno por ciento y me estoy refiriendo al año 1.996 (?) (esta fecha debe de ser errónea). La ACADEMIA, utilizando un término deportivo, fue la parrilla de salida hacia un futuro que estaba más allá de la mina. Como en toda competición, no llegan todos a la meta. Sin embargo de toda aquella promoción que inauguramos la ACADEMIA, pocos han sido los que han quedado en el camino. Porque cada uno, y según sus posibilidades económicas y su capacidad intelectual, fuimos llegando a nuestra meta. De aquella primera promoción han salido, ingenieros supeiores, ingenieros técnicos, maesros, licenciados, abogados, administrativos, profesores mercantiles. (Quiero recordar que D. GUILLERMO ARTIME, ya preparaba a alumnos para las carreras de COMERCIO y PROFESOR MERCANTIL, también formó parte del profesorado de la ACADEMIA).
Todos los que fuimos alumnos de D. JULIO dabemos lo que ha significado en nuestras vidas. Por eso cuando nos vemos (y deberíamos vernos más) el tema de nuestra conversación es D. JULIO y la ACADEMIA. Hace cuatro años hablábamos de hacerle un homenaje. Él había quedado de venir unos días a mi casa, y eso nos parecía buen momento. D. JULIO no pudo venir y la muerte de Antón, que tanta ilusión y empeño había puesto en la celebración del homenaje, alejó la fecha hasta no sabemos cuándo. Pero nosotros, aquellos que fuimos sus alumnos, el homenaje se lo haemos desde el recuerdo, un recuerdo cariñoso y profundo desde la gratitud, esa inmensa gratitud que llevamos en nuestros corazones y que hace que cada vez que nos encontramos nos preguntemos, ¿qué sabes de D. JULIO?

Nota: D. Julio ha obtenido el premio de Poesía Mística, dotado con un millçon de pesetas, cuya entrega ha tenido lugar en Roma. El premio tiene carácter mundial y siguiendo esta línea de generosidad y de sacerdote comprometido con los necesitados, distribuyó el millón de pesetas del siguiente modo: doscientas cincuenta mil pesetas para Cáritas, doscientas cincuenta mil pesetas para Manos Unidas y el medio millón restante para Misiones.

Javier Villanueva

sábado, 20 de septiembre de 2014

ORÍGENES DE LAS MINAS DE LIERES

Este artículo ha sido copiado textualmente del publicado en la revista de las Fiestas de la Salud del año 1999

MINAS DE LIERES
Don Fernando de las Marinas  Valdés, encargado en Avilés de los asuntos de marina, comunicó al municipio de Si ero,  el 25 de agosto de 1792, una Real Orden como consecuencia de una solicitud del Párroco y vecinos de Liebres al Fey Carlos II.  En este documento se ordena que "siendo de utilidad pública la calidad y abundancia de las minas de carbón de piedra descubiertas en Lieres,  se tomen y beneficien,  por cuenta del REY, dándole por canon o pensión anual TRES MILESTONE REALES DE VELLÓN para reparación de la iglesia de su parroquia y preciso culto divino en ella que de ningún modo pueden costear por su pobreza...", ordenando también se notifique lo acordado por el Rey al mayordomo de fábrica, párroco y vecinos de Lieres y se archive en el Ayuntamiento.
Pero los primeros que comenzaron a explotar las minas de Lieres, a finales del pasado siglo, fue la familia de Valdés Cavanilles. Esta familia pensó en aflorar el carbón que se suponía existía en el subsuelo se alguna de sus propiedades. Tras las pruebas afirmativas de las muestras de mineral que llevaron a analizar a Madrid, abrieron la primera galería en la Riega les Cabres.
Unos treinta obreros comenzaron los trabajos con herramientas poco apropiadas, sin ningún género de maquinaria y sin dirección técnica, de momento, extrayendo unas cantidades de carbón que hoy nos parecerían ridículas.
Lo lavaban en unos rudimentarios lavaderos a mano y el producto lavado se vendía aquí mismo, al menudeo, al presio de 0,60 pesetas el quintal de 46kg. (4 arrobas).
A finales del siglo XIX comenzaron a funcionar las azucareras de Lieres y Villaviciosa y precisando carbón para la marcha de sus instalaciones y deseando surtirse de lo que producía Lieres, por la proximidad y facilidad en el transporte, fue preciso aumentar el rítmo de producción de la mina y para ello necesitaban personal técnico.
Tras rápidas gestiones se hizo cargo de la Dirección de la mina D. Antonio Zapico quien dio a los trabajos mayor actividad, protección y seguridad. Fue preciso aumentar el personal para poder satisfacer los pedidos que de las fábricas anteriores se sucedían.
El transporte de carbón a Villaviciosa era realizado en carros de bueyes por carreteros de Feleches y Lieres. Entre cargar, descargar y el viaje de ida y vuelta, empleaban dos días completos y el porte venía a costar de 20 a 25 pesetas, según la capacidad del carro.
El 25 de abril de 1903 compra las minas la sociedad belga "Solvay & Cía. En un primer momento, todos los obreros fueron despedidos, iniciándose a continuación una nueva lista de admitidos.
Se admite, en primer lugar, como ingeniero de minas a D. Aquiles Parternotre, que fue el primer director de la sociedad Solvay & Cía
en Lieres; como facultativo a D. Isaac Díaz Camino; como vigilante a D. Manuel Villa y D. Anselmo Piquero y a diez obreros, cuya misión era la de conservar las galerías, mientras el servicio técnico estudiaba la futura explotación, así como el mercado y transporte del carbón que se sacara.
Se admitieron más obreros, ocho en el año 1904 y ochenta y seis en 1905. En este último año se empezó a explotar el carbón. La producción era de 60 toneladas, que después de lavadas, eran llevadas en carros por caminos en pésimas condiciones a la estación de ferrocarril para facturarlo a Torrelavega. Para cargar el carbón en los vagones del ferrocarril trabajaban a contrata dos mujeres (Concepción García y María Quidiello), las cuales cobraban por este duro trabajo 5 ptas. por cada vagón.
El primer alarde de mecanización adoptado por Solvay fue una locomóvil de vapor que movía malamente un pequeño compresor de solo 5 kg de presión aproximadamente, cuyo aire no era sufuciente para las labores de preparación.
Como las aspiraciones de Solvay eran de explotar al máximo el mineral y sacarle el máximo partido posible a la mina para abastecer las necesidades cada vez más crecientes de la fábrica de Torelavega y como la mano de obra escaseaba por carecer de viviendas en el pueblo donde alojarse la gente que deseaba venir a trabajar, se pensó en llevar a cabo y con mucha  rapidez la construcción de viviendas con el fin de albergar y adegurar la permanencia de los mineros.
La primera vivienda que se construyó fue destinada al Director, en el barrio de Corujedo, junto al Bar La Ventuca. Las obras se hicieron a rítmo acelerado y en cuanto estuvieron acabadas, se trasladó a vivir a ella D. Aquiles y su familia.
Se hicieron gestiones para adquirir terrenos en a parte baja de Lieres, próximos a la carretera general pero lospropietarios no quisieron venderlos. Como la solución del problema era urgente, la Sociedad entabló relaciones con el Marqués de Santa Cruz y se le compraron (12 áreas) al precio de 250 ptas. el día de bueyes, los terrenos donde hoy están enclavados los grupos de viviendas de Solvay.
En estos terrenos fue preciso realizar una laboriosa obra de preparación, nivelación y limpieza, porque la mayor parte de su superficie era monte de castaños muy accidentado, con grandes riegas y muy poco terreno de labor y prado.
Para dar comienzo a las obras fue preciso remover enormes masas de tierra y realizar grandes obras de excavación y desmonte hasta dejarlo en condiciones de poder edificar. El serviviod e transporte de arena, piedra, cemento, etc,, tenía que hacerse a lomos de caballerías por no ser posible la entrada ni a los carros más pequeños.
Un equipo de técnicos y obreros belgas analizó la tierra de los desmontes para ver la posibilidad de fabricar con ello los ladrillos necesarios para las obras. Hechos los análisis y siendo apta la tierra . procediron inmeditamente a la fabricación. Era también belga el grupo que amasab esa tierra, le daba forma en moldes convenientes, los extendía al solpara su secado y una vez secos los apilaba en forma de pirámide.
Otro grupo belga de cocedores recubría las pirámides por encima y por los lados con tierra de la misma naturaleza de los ladrillos. Lo aplastaba todo con tablas y piedras intermedias para que la madera no quemase y la cocían empleando antracita que traían en carros de bueyes de un pueblode Cabranes.
Casi todos los obreros empleados en la construcción de estas casas eran extranjeros, a excepción de Cándido Álvarez y Rufino de la Carrera. El contratista del lucido era francés y trajo consigo obreros catalanes, mas tarde fueron trabajando algunos de por aquí.
Hacia el año 1.907 fue construído el primer grupo de viviendas, mientars a marchas forzadas se iban terminando los otros grupos y demás de pendencias de la mina.
En un principio no había médico nombrado por la Sociedad, eran contratados los servicios de los médicos más próximos a la localidad, que eran los de Carbayin y Pola de Siero. Debido a las necesidades producidas por el aumento de personal y con él el aumento de accidentes  enfermedades, fue preciso regularizar un poco más este servicio y altenaba un médico de Pola de Siero con el de las mimas de Candín, Saús y Mosquitera, qu ra D. Mario Escalera, quien después abandonó las anteriores minas para entrar a formar parte, como médico de  plantilla de la Sociedad Solvay.
El primer hospital, que era más bien un botiquín de urgencia, estuvo instalado, por arriendo, al lado de la actual casa de Segundo Canteli y había que or todos los días a la Pola, a la farmacia, a buscar los medicamentos, creándose el,cargo de "pinche" para este servivio, habiendo sido el primero Benigno Vigil.
Poco a poco se fueron inaugurando los restantes grupos de viviendas y estas se fueron llenando con genre de fuera.
Como laproducción de carbón aumentaba, el transporte al Ferrocarril de Económicos mediante carros, resultaba insuficiente y poco económico, entonces se pensó en aprovechar el ferrocarril en consrucción que pasaba por Lieres e iba hasta el Musel.
La construcciónd e la ví hasta Rianes se encontró con muchas y graves dificultades hasta que finalmente se reanudaron conversaciones con la Dirección de F.C. Lieres-Musel y se vencieron todos los obstáculos para construir el apeadero de Rianes y las vías correspondientes para las distintas maniobras.
Para el servicio de arrastre de los vagones desde el lavadero hasta Rianes se trajo una máquina del ferrocarril del Cantábrico y se contrató otra de la Compañía de Económicos, ambas con su correspondiente maquinista y fogonero. El 29 de noviembre de 1.909, empezó a prestar servicio la máquina "Solvay Nº 2" y Benigno Vigil entró de fogonero en esta nueva locomotora en 1.910.
El aspeco exterior de la mina cambió muchísimo. El monte llegaba hasta cerca de las oficinas. Se fue explanando y en el espacio arrancado se construyeron los actuales edificios. Primero la casa de aseo, luego talleres, oficinas de Capataces y Vigilantes, economato, garages, almacenes, depósito de carburante, jardines, carretera, etc. No existía ka actual carretera de Solvay, había un mal camino vecinal por donde solomcirculaban, y con dificutad, carros de bueyes.
Fueronnunos años de gran actividad y el aspecto de la Riega les Cabres iba cambiando poco a poco.
Esta información fue obtenida del boletín "La Mina", que se publicó mensualmente desde mayo  de 1.955 hasta septiembre de 1.972.

VIRGEN DE LA SALUD EN LIERES

El siguiente artículo está copiado textualmente del aparecido en la revista editada con motivo de las fiestas de La Salud de Lieres del año 1.999. Dicho artículo no está firmado por ningún autor.

VIRGEN DE LA SALUD
Hay en la ciudad eterna una imagen de la Virgen María que en las trágicas epidemias y pestes de la Edad Media se hizo famosa por su protección a los enfermos y el pueblo la llamó "Virgen de la Salud del pueblo romano". Su fama es universal. Un español modeló una igual y la donó a un templo andaluz y un hijo de Liebres,  José María Piedra, que se hallaba en Andalucía,  habiendo obtenido por su intercesión ciertos favores, mandó hacer una imagen, copia de la que se venera en Sevilla, en talla policromada y de buen tamaño. También mandó construir le una hermosa,  inaugurada en el verano de 1850. Inspiró tal devoción a los fieles que muy pronto era santuario concurrido y famoso.
Imagen y ermita desaparecieron en 1936, destruidas por el fuego.
Cambiando el emplazamiento, se levantó en 1942 el actual santuario con sacristía,  pórtico y explanada. Las ventanas están decoradas con artísticas vidrieras,  destaca ando la que está al fondo del presbiterio y la imagen ha sido adquirida por suscripción popular.
La festividad,  precedida de un novenario solemne, se celebra el primer domingo de agosto.  Debido a la afluencia de personas que llegan de distintos lugares la Santa Misa se celebra en el exterior de la capilla y a continuación tiene lugar la procesión.


El siguiente artículo está copiado textualmente del aparecido en la revista editada con motivo de las fiestas de La Salud de Lieres del año 2.003. Dicho artículo no está firmado por ningún autor.

LA SALUD DE LIERES
Son muchas las personas interesadas en conocer cómo era la primitica ermita de Ntra. Sra. de la Salud que José María Piedra, natural de Lieres y afincado en Sevilla, mandó construir mediado el siglo XIX.
A pesar de haber indagado sobre el tema. no hemos encontrado documentación alguna referente a la capilla y sus orígenes. Pero lo que sí es posibe realizar es una descripción bastante fidedigna basnadonos en los datosproporcionados por un vecino de Lieres. Son los recuerdos de quien era un adolescente de 14 años cuando el templo fue destruido por el fuego.
Hay que remontarse al verano de 1.850, cuando se inauguró, y pensar que por aquel entonces, la vía del ferrocarril que en su momento unió la Mina de Solvay con el apeadero de Rianes, aún no existía. Para acceder a la capilla, se tomaba el camino que, desde la carretera de Solvay (Casa Camilo) todavía hoy lleva hasta La Cantera y, nada más cruzar la vía, se encontraba on la construcción. Dlante tenía una pequeña explanada cerrada a su derecha por un muro que se  prolongaba también por detrás de la iglesia. Älamos y fresnos de porte considerable se alzaban tras ella.

El edificio era de piedra, exhibiendo en lo más alto un campanario de espadaña. con una sola campana en la que se podía leer la siguiente inscripcción: " Soy de la Virgend e La Salud. Año 1.850. José María Piedra".  En el lateral izquierdo estaba la sacristía y un pequeño pórtico. Los fieles accedía por una puerta de madera cuya parte superior, en arco, gozaba de un enrejado que permitía contemplar el interior. A la entrada, una escalera de madera, en el margen derecho, conducía a la tribuna. Acompañándo a la talla de madera policromada de Ntra. Sra. de La Salud, estaban las imágenes de San Joaquin y Santa Ana.
Todos los domingos y festivos se celebraba misa a las ocho de la mañana, la novena en honor de la Virgen, comezaba el viernes anterior a la fiesta y terminaba en sábado, víspera de la festividad,. A la misa de la fiesta acudían gentes que, de procedencia diversa, venían en burros y caballos que amarraban en La Matona, terreno colindante con la capilla. Al finalizar la misa, se quemaba el Xigante, que préviamente se había colocado en un castaño cercano al lugar.